Cuando se hace balance de las organizaciones y de sus puntos fuertes y débiles siempre se encuentran empleados entusiastas y detractores. Otros, probablemente los más, están trabajando en las mismas por puro economicismo o intercambio clásico de trabajo por retribución. La consecuencia de ello será, con cierta seguridad, la mayor o menor rotación del personal en las mismas y la de su aprovechamiento o fuga del talento existente en la misma.

A pesar de la evolución que ha habido en los últimos años en las estructuras organizativas – en cuanto a la tendencia hacia una menor estructura “piramidal”, mayor integración de todos los profesionales, incremento de la flexibilidad del trabajo, combinando presencial con el remoto-, y una mentalidad de cambio del profesional muy superior a la que se vivió hace unas décadas, los colaboradores en la organización siempre buscarán un liderazgo ejemplarizante, donde la integridad, el compromiso, la claridad, la perseverancia, la ética, la empatía, la positividad y la humildad, vayan por delante. Todo ello, formará parte de una cultura de la empresa sólida y saludable.
En cualquier compañía, por tanto, debemos impulsar y desarrollar el talento permanentemente, y simplemente porque el empleado talentoso busca, a menudo, una organización en la cual su experiencia sea mejor que en otras, que le ayude a su desarrollo personal y profesional en todas las etapas de su vida profesional de forma diferencial, consiguiendo mayor valor, que no necesariamente económico. El conseguir esto último, sin duda, sería la prueba de que el empleado está absolutamente integrado en la empresa, compartiendo su visión, misión y valores.

